Agradecer en la pandemia
Gracias por el diálogo, la confianza, las tardes de cafecito y las noches de preguntas; gracias por permitirnos contar tu historia y por ser parte de la nuestra. Hoy damos gracias por ti.
Soy fronteriza; los que crecieron en dos mundos lo entenderán. Es vivir entre un orgullo por las raíces y el descubrimiento de oportunidades; es hablar y pensar en dos idiomas y a veces en ninguno; es convertir pesos a dólares, viajar por un galón de leche o un taco, celebrar con hamburguesas y romper piñatas; es una constante burla de la geografía y la política. Crecí entre las fiestas patronales y el Día de Acción de Gracias; el Día de Muertos y el Halloween, el 15 de septiembre y hasta el 4 de julio. Por eso hoy pongo la mesa para festejar una tradición que también hemos hecho nuestra: El Día del Pavo, como dicen por acá.
Qué bonito es esto de la gratitud. Qué dicha el sentimiento de estimar a los o lo que tenemos y poder corresponder de alguna manera. Qué delicia que se alborote el corazón por saborear sueños anhelados o aquellos que ni sabíamos que teníamos. Qué fortuna los reencuentros y las ganas.
Este año, en medio de la adversidad y una crisis de salud mundial, yo tengo más que agradecer que nunca: Tengo mucho amor, salud, un techo y comida, un trabajo que me apasiona, una mascota que mueve la cola cuando me ve llegar a casa, una familia que me apapacha, unos amigos que me sostienen, becas que me inspiran, colegas que me retan, muchos proyectos e historias, libertad y tiempo; en fin, tantas bendiciones que podría enlistar. Tengo suerte, mucha.
Agradezco por los momentos de complicidad en los que se nadie recuerda el teléfono para sacar fotos o las noches que se convierten en madrugadas con vino o café; agradezco por las sonrisas a medias y las lunas; los silencios incómodos y las charlas en las que no hay pausa ni para tomar aire; las tardes de carcajadas intensas, las vueltas en bicicletas y paseos por el canal.
Doy gracias por emprender y crear, por sentir que soy capaz de conquistar el mundo con la ayuda de mi comunidad; por el barrio que me respalda. Por los días libres, el caos matutino y las noches de desvelo. Salud por la libertad que me da freelancear.
Doy gracias por las becas que me llevan al balcón de mis sueños: las que me enseñan a planear y crear estrategias, las que me centran, las que me inspiran y las que me sacuden. Hay días que me cuesta mucho trabajo creérmela. Justo en los dos años en los que el mundo se puso de cabeza, yo redescubrí mi vocación.
Doy gracias por un accidente automovilístico que hace cinco años me rompió toda y otro que hace tres me sacudió hasta el tuétano. Por aquel 18 de mayo de 2018 que me obligó a abrir las alas en medio del llanto y el miedo. Doy gracias por la familia que tengo y la que me ha adoptado, por los jefes que me enseñaron lo que nunca quiero ser y por los compañeros que me ayudaron a lamer heridas. Gracias por las amistades fantásticas y las hermandades que nacen del amor y no de la sangre.
Doy gracias por los muchos privilegios, por los viajes y un que otro lujo, por los días en los que nada me alcanza y, como diría un buen amigo, por los momentos en los que no doy pie con bola.
Siento gratitud por la frontera y los puentes humanos que construimos, por lo maravilloso de crecer y florecer en dos culturas, a pesar de tanto.
Hay momentos tan imperfectos en la vida que hacen que todo valga la pena. Tengo los brazos llenos, la mesa servida, las luces encendidas y el pecho que apenas contiene un corazón acelerado. Solo por hoy lo tengo todo y por eso doy gracias.
Maritza L. Félix
Fundadora y directora de Conecta Arizona
Mi primer Acción de Gracias… desde Argentina
Aunque ya he celebrado varios 4 de julio, por circunstancias de la vida y el destino el de hoy es recién el primer Día de Acción de Gracias que celebro, a la distancia física (estoy en Argentina) pero en la cercanía afectiva (siento, Arizona, que ya te conozco).
Diré 44 veces gracias en este texto, uno por cada año que llevo conmigo.
Gracias en principio a Dios, porque estar vivos es el primer motivo para dar gracias.
Gracias a la vida, porque es un regalo de Dios.
Gracias a la familia que hemos formado, que se resume en tres palabras: “lo es todo”.
Gracias a Maritza L. Félix, por su enorme generosidad, plena de confianza y respeto profesional y personal.
Gracias a Conecta Arizona, comunidad que me ha adoptado con los brazos abiertos. Para quien emigra, física y/o mentalmente, esta actitud es una bendición.
Gracias al periodismo, que tras una larga travesía por el desierto me depositó en este lugar, donde se respira libertad y profesionalismo.
Gracias a las historias periodísticas que nos inspiran, como las de miles de inmigrantes que no dejan de esforzarse y soñar a cada minuto.
Gracias a las historias periodísticas que nos conmueven y hacen crecer, como las de las madres buscadoras en el desierto, tema que me ha impactado para siempre y que nunca olvido.
Gracias por la libertad periodística y la honestidad profesional, que nos permite relacionarnos sanamente con la audiencia.
Gracias a Estados Unidos, país que admiro profundamente desde que recuerdo.
Gracias a Arizona, de la que me enamoré ya en 1992 con los Suns de Barkley, en un extraño anticipo del destino.
Gracias Johnny Córdoba, colega, por esa confianza y el diálogo que avanza y se construye.
Gracias al espíritu y al ser estadounidense, que –como muestra de su excepcionalismo histórico- es una condición que se elige, más allá de haber nacido o no en Estados Unidos.
Gracias a México, a los integrantes mexicanos del grupo de WhatsApp, a su cultura y tradiciones, por la aceptación y el diálogo.
Gracias a Chespirito y a todas sus creaciones, que siempre me han acompañado y lo siguen haciendo.
Gracias por la música, el arte, los buenos libros y las lecturas que nos hacen mejores personas, los momentos de ocio.
Gracias por la comida de cada día, enorme gesto de gratitud ya de aquellos peregrinos llegados a Estados Unidos en 1620.
Gracias por las oportunidades, que nos da la vida, que nos presenta el destino, que buscamos, que nos facilitan personas que siempre recordaremos.
Gracias por la salud, en especial en estos tiempos difíciles de pandemia y dolor.
Gracias por el trabajo, que dignifica.
Gracias por los sueños, que nos ayudan a caminar, a levantarnos, a seguir.
Gracias por los proyectos, que son el motor de nuestros días.
Gracias por la fe, que nos ayuda a caminar y todo lo puede.
Gracias por el amor, en cualquiera de sus formas (maternal/paternal, de pareja, de mascotas, de hermanos).
Gracias por la humildad y la sencillez.
Gracias por el optimismo, que mira la vida de manera positiva, pese a todo.
Gracias por esos ojos que miran con sinceridad, con honestidad, que –como ventanas del alma- nos permiten asomarnos a ese otro ser.
Gracias por poder decir y escuchar “por favor” y “gracias”.
Gracias por esa mano tendida, con generosidad, que no pide nada a cambio.
Gracias por quienes curan el dolor (físico, emocional, espiritual).
Gracias por la verdad y la palabra sincera, la que se dice mirando a los ojos.
Gracias por la aceptación de las dificultades que trae la vida.
Gracias por la posibilidad de pedir disculpas o de perdonar las ofensas.
Gracias por la paz, que permite construir, hablar, pensar.
Gracias por el recuerdo de nuestros muertos, a quienes honramos y por quienes alzamos la mirada al cielo.
Gracias por las estrellas de la noche, desde donde nos miran nuestros viajeros del alma.
Gracias a mi padre, mi héroe que se fue de viaje por el universo, y a mi madre, fuente de inspiración y resiliencia.
Gracias a quienes inspiran, por su esfuerzo, su talento, su visión.
Gracias a quienes dedican tiempo a causas nobles.
Gracias a quienes nos escuchan y toleran nuestros miedos, problemas e inseguridades.
Gracias, Maritza, por esta invitación a escribir este texto.
Gracias a ustedes, audiencia de Conecta Arizona, por leer y compartir.
Gracias por la cosecha y las provisiones (como dirían los peregrinos de 1620): mi cosecha podría ser, hoy, todo lo mencionado anteriormente.
Gracias por esta tradición de Thanksgiving Day, porque me permitió escribir este texto.
Gustavo Guirado
Periodista en Conecta Arizona